E
ste breve pasaje del texto evanlico de
M
arcos tiene
,
a
m
i entender
,
una gran relación con la
actual proble
m
ática eclesial en general y
m
uy concreta
m
ente con la de nuestra
I
glesia
C
atólica
.
N
o es sólo que los calicos
,
co
m
o toda iglesia y secta cristiana en general
,
nos considere
m
os
la única religión verdadera y la única tabla de salvacn
. E
s que ade
m
ás es el proble
m
a del
clericalis
m
o
,
es decir
,
el tipo de organización jerquica vertical que la
I
glesia se dio
. E
l tér
m
ino
Εκκλησία
, «E
kklesia
»,
eti
m
ológica
m
ente significa
«A
samblea
». P
ues bien
,
por su
m
anera de
funcionar
,
la institución eclesial es lo menos asambleario que se puede imaginar.
E
l
C
ódigo de
D
erecho
C
anónico
es el conjunto ordenado de las normas jurídicas que
regulan la organización de la Iglesia, la jerarquía de gobierno, los derechos y
obligaciones de los fieles, los sacramentos y las sanciones que se establecen por la
contravención de esas normas. La actual versión de ese digo, así como las anteriores
en las que se basó, y lo que fue la práctica eclesial desde ya muy antiguo, es una
elaboración del estamento clerical con una nula participación de la membresía eclesial.
Esa reglamentación asigna todos los poderes y funciones de la iglesia al aparato de
poder clerical que la elaboró. Se puede decir que la clerecía se inventó a misma y se
asignó toda la autoridad en la asamblea cristiana que se dice fundada por Jesucristo.
E
l texto de
M
arcos citado nos cuenta que los discípulos de
J
esús discutían sobre la
pri
m
acía dentro del grupo
. H
ay otras
m
enciones en el
E
vangelio sobre esa cuestión
.
A
quellos pri
m
eros seguidores de
J
esús ya tenían a
m
biciones
. O
tro pasaje evangélico nos
cuenta que la
m
adre de dos ellos pidió al
M
aestro privilegios para sus hijos
.
(M
ateo 20
,
20
-
28
)
. A
quellos discípulos
,
al igual que todo el pueblo judío en general
,
tenían sobre el reino
del
M
esías una idea que se había ido for
m
ando durante varios siglos antes de nuestra era
.
S
e pensaba que el esperado
M
esías sería un rey poderoso que no sólo liberaría al pueblo
judío de do
m
inación extranjera co
m
o la de los ro
m
anos sino que ade
m
ás conquistaría un
i
m
perio parecido para los judíos
. E
n resu
m
en, un reino co
m
o los de este mundo.
J
es era una figura caris
m
ática que inspiraba confianza
,
y
m
uchos presentían que era el
M
esías
esperado
. L
os discípulos a quienes él pidió que le siguieran se consideraban dichosos pensando
que estaban bien colocados cerca de un centro de poder
. I
ncluso hubo algunos
,
co
m
o ve
m
os
en
J
uan 1
,
35
-
42
,
que sin ser ellos lla
m
ados expresa
m
ente
,
se las arreglaron para introducirse
en el círculo de discípulos
. T
a
m
bién ellos ansiaban el poder que parecía pro
m
eter aquel
M
eas.
Jes quiso aclarar que su reino no era como los de este mundo, y que en la asamblea de sus
seguidores es
m
ás i
m
portante el que sirve a los de
m
ás
. E
s significativo
,
y
m
uy ilustrativo
para nuestra época
,
el que
m
ostrase a un niño co
m
o prototipo de persona necesitada
. E
n la
sociedad de su tie
m
po los niños
,
y especial
m
ente las niñas
,
eran el personal
m
ás indefenso
,
sin derechos
P
recisa
m
ente el servicio y apoyo a las personas
m
ás necesitadas es lo que
otorga rango ante los ojos de
J
esús
. N
o han entendido nada sobre esto quienes
,
en nuestra
época
,
apoyan a las fuerzas políticas que pro
m
ueven el rechazo a los in
m
igrantes y aplican
despectiva
m
ente el título de
“m
enas
a los menores, los más necesitados e indefensos del
mundo de la inmigración. Es motivo de escándalo el que asuman la promoción de esas
fuerzas políticas algunos obispos de nuestro entorno católico.
A
parte de los dos tipos de discípulos
m
encionados
,
y que parecían buscar rango y poder
según el criterio de los reinos de este
m
undo
,
el texto de
M
arcos 9, 22-40
presenta un
tercer tipo de discípulo
,
que pasa desapercibido precisa
m
ente por no buscar rango y
poder
. A
quel individuo
,
al que se refería
J
uan
,
no era de los suyos
,
pero se dedicaba a
hacer una cosa que
J
esús había encargado a sus discípulos
. L
o de
expulsar de
m
onios
lo
pode
m
os entender co
m
o aliviar el sufri
m
iento hu
m
ano
,
aco
m
pañar solidaria
m
ente a las
vícti
m
as de los
m
ales que aquejan a las personas
A
aquel individuo anóni
m
o
,
le bastó
escuchar el
S
er
m
ón de la
M
ontaña
,
la enseñanza que
J
esús i
m
partía
,
para co
m
prender que
aquel mensaje procedía de Dios, que aquel Maestro era el Mesías que tenía que venir, y
que aquel mandato concernía a todo el que lo escuchase y lo entendiese.
L
os discípulos
oficiales
tardaron en aprender eso
,
y lo e
m
pezaron a olvidar
m
uy pronto
.
M
uy pronto tras la desaparición del
M
aestro
,
los varones del grupo se dese
m
barazaron de
las
m
ujeres que habían aco
m
pañado a Jes y que ta
m
bién eran discípulas suyas
. E
n el libro
de los
H
echos de los
A
póstoles
no se no
m
bra ni una sola vez a
M
aría
M
agdalena
,
cuyo no
m
bre
,
sin e
m
bargo
,
aparece en los
E
vangelios
m
ás frecuente
m
ente que el de algunos discípulos
varones co
m
o
S
antiago
, A
ndrés
, T
o
m
ás
E
n el
m
is
m
o libro
(H
echos 6
,
1
-
5
)
aparece la
descripción de lo que puede considerarse el origen de la función clerical en el ámbito
cristiano, la elección de unos primeros sucesores todos varones, por supuesto de los
apóstoles, a quienes éstos les impusieron las manos, un gesto que prefiguraba ya lo que
con el tiempo se convertiría en la ordenación sacerdotal y episcopal.
Em
pezaba a concretarse lo que llegaría a ser una separación abis
m
al entre clérigos y laicos
.
C
on el tie
m
po la clerecía se fue sobrecargando de poder y funciones de las que estaban
excluidos los si
m
ples bautizados
. L
a jerarquía eclesial se autodefinió
co
m
o
un
“M
agisterio”,
además infalible.
S
e atribuyó la facultad de definir dog
m
as para recetar lo que la gente dea
creer
,
y de organizar ritos y sacra
m
entos cuya ad
m
inistración está especial
m
ente diseñada
para resaltar la figura y el rol del
m
inistro clerical celebrante
. E
l pueblo cristiano estuvo
durante casi dos milenios totalmente anulado por ese estamento privilegiado.
L
a
m
agnitud del desfase es de tal envergadura que incluso la
m
is
m
a jerarquía eclesial
,
al
m
ás
alto nivel
,
co
m
prend
,
consciente o inconsciente
m
ente
,
que esta estructura organizativa no
se puede ajustar al
m
odelo que
J
esús conte
m
plaba para la asa
m
blea de sus seguidores
. L
a
convocatoria del
S
ínodo de la sinodalidad responde a esa to
m
a de conciencia
. O
tra cosa es
que la institución eclesial sea capaz de corregir unas deficiencias tan arraigadas
. S
e está
percibiendo
,
desde el co
m
ienzo del proceso sinodal
,
que el esta
m
ento clerical
,
de for
m
a
m
ayoritaria y a todos sus niveles
,
está oponiendo una feroz resistencia al tipo de refor
m
as
que quiere i
m
plantar el papa
F
rancisco
. L
as autoridades religiosas no pro
m
ovieron en absoluto
la participación de los laicos en el proceso sinodal en el nivel que les correspona
. A
unque
parezca increíble
, m
uchos/as católicos/as practicantes que acuden regular
m
ente al culto en
los te
m
plos no oyeron ni una palabra sobre el
S
ínodo en su á
m
bito parroquial
. E
s de te
m
er
que aunque se explique a esa gente el te
m
a del
S
ínodo y la finalidad que persigue
, m
uchas
personas no lo co
m
prenderían y no verían la necesidad de ca
m
biar algo que
sie
m
pre fue a
”.
Y
a ocurr algo parecido con ocasión del
C
oncilio
V
aticano
II
aunque entonces
,
sin e
m
bargo
,
haa
m
ás infor
m
ación
. O
curre que el laicado fue a propósito
m
antenido en la ignorancia en
provecho del esta
m
ento clerical en la
I
glesia y de las clases do
m
inantes en la sociedad.
Incluso los escasos sectores laicos que tomaron conciencia de la finalidad del Sínodo y
participaron con sus propuestas en las fases en las que podían intervenir, lo hicieron y lo
siguen haciendo de una
m
anera que no va a contribuir en absoluto a la necesaria refor
m
a
.
E
s una opinión particular
m
ía que nadie tiene por qué compartir
,
pero no renuncio a
expresarla. Una propuesta o reivindicación de muchos participantes es la del sacerdocio
femenino. Si concluimos que la existencia del sacerdocio, con todas sus funciones
cultuales, fue un invento de la propia clerecía para empoderar a su estamento, la
inclusión de mujeres en ese estamento, si se produce, no cambiaría la naturaleza de la
institución eclesial. Hay sacerdocio femenino en la Iglesia Anglicana y sin embargo es
tan clerical como la Católica Romana.
Es decir, incluso los más entusiastas partidarios de la reforma eclesial no están
cuestionando lo que debe ser cuestionado. Aparte del tema del sacerdocio femenino está
también el asunto de las parejas LGTB, las de divorciados/as y las de los clérigos que
abandonaron el celibato. En todos esos casos se postula algún tipo de bendición eclesial
de tipo de legalización matrimonial. Quienes piden eso o el sacerdocio femenino parece
que no se dan cuenta de que por el simple hecho de solicitarlo ya le están otorgando a la
jerarquía eclesial la autoridad moral y canónica para intervenir y decidir sobre esos
asuntos. Las personas implicadas en esas formas de matrimonio “irregular” no necesitan
ningún tipo de bendición eclesial para que su forma de sexualidad sea legítima. Todas
las formas de amor son benditas ante los ojos de Dios, y ninguna religión tiene derecho
a inmiscuirse en esos asuntos. La jerarquía de nuestra Iglesia se auto-atribuyó potestad
en ese y otros terrenos para sacar provecho de las bendiciones y absoluciones que
imparte: el negocio de las indulgencias y las misas gregorianas. El Sínodo será algo
inútil si no zanja total y definitivamente este asunto de la intromisión eclesial en asuntos
que no le incumben y que no tienen ninguna relación con el proyecto de Jesús para la
construcción del reino de Dios en el mundo.
Pues esa es la cuestión. Jesús impartió una enseñanza que sí, ciertamente, va al meollo
de la problemática humana. La finalidad para la que convoca a sus seguidores es la de
construir otro tipo sociedad, en la que no se den los abusos y la explotación de unos
seres humanos sobre otros que se dieron y se siguen dando en nuestro desgraciado
mundo. Jesús se inscribe en la tradición profética que acometió esta problemática. Esa
tradición, que conocemos por el Antiguo Testamento, nos ilustra sobre la constante
contradicción entre el profetismo carismático y el sacerdocio profesional. A despecho
de la enseñanza del Maestro, la(s) Iglesia(s) que se dice(n) fundada(s) por Jesucristo se
instalaron en el sacerdocio institucional cuya única misión es la gestión del culto, y
abandonaron el profetismo carismático, el encargo de Jesús de ser luz del mundo,
levadura y sal de la tierra para construir su Reino, que no es de dominio sino de servicio
a los necesitados. Esta es la enseñanza que extraigo del Evangelio y que tiene mucha
relación con el texto de Marcos 9, 33-40.
F. Castaño .
Octubre 2024